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Foto: Juan J. García |
Jesús Arias (1965-2015)
Procedencia: Granada
Grupos: TNT
Un personaje de los pies a la cabeza, de una pieza, con pocas fisuras y
muchas brechas que abrir por delante. Así de simple, pero con toda la
complejidad que conlleva esa forma de ser, es como me gustaría recordar a
Jesús Arias, cantante y guitarra de los granadinos TNT. Siempre
funcionando a todo gas con la energía punk que un día le iluminó, hasta
el maldito día 1 de este mes en que fue hallado sin vida dentro de su
piso del Albaicín. No han trascendido las causas del deceso, pero da
igual. Granada ya no será lo mismo sin él. Sirva esta crónica como
homenaje a un talento tan expansivo y honesto como único e irrepetible.
Jesús Trinitotolueno, modesto y excelso terrorista amante de la palabra y
la música: esto es para tí.
Apasionado, más bien cegado por innumerables visionados de “La naranja
mecánica”, Arias perteneció a la “generación de las siglas”, aquella
gloriosa pandilla de locos que, a bordo de grupos como TNT, 091 o KGB,
dio en los primeros 80 una buena patada a la escena musical granadina,
siempre a ritmo de punk y rock and roll, sin perjuicio de arrimarse a
cualquier otro sonido molón que aportase algo, fuesen cosquillas o
calambrazos eléctricos de alto voltaje. Eran tiempos trepidantes, donde
se notaban de verdad las ganas de cambio, luego devenido a lo mismo de
siempre. El pulso se empieza a palpar desde aquellos ensayos locos en
las cuevas del Albaicín, juntos y revueltos con gente como Lapido,
Tacho, Eric, “El Pitos” o Vílchez, hasta las primeras y precarias
maquetas grabadas en la localidad vecina de Albolote (“Albolote
/Albolote / maricón el que no bote”, cantaban ellos). Desembarcaron en
Madrid y dejaron para la posteridad singles como “1984 (Euroshima)”,
“Cucarachas” o “Gilmore 77”, que desde la deprimente y deprimida
Andalucía ponían la nota oscura, desafiante y enérgica a los coloristas
días de “La Movida”, encuadrados una periferia musical que, sin
ignorarles del todo, tampoco se lo ponía demasiado fácil desde la
capital.
El único LP de TNT, “Manifiesto Guernika” sigue siendo uno de esos
discos descatalogados que nunca merecieron tal deshonor. Publicado en
vísperas del orwelliano año 84, aquel plástico ponía en evidencia a gran
parte del punk madrileño de entonces, onda siniestra incluida. A la
alegría pop que empezaba a poner cara de resaca, los TNT contraponían
una sacudida que dejaba con el culo al aire la frivolidad de colorines
imperante. Escúchense “El jardín extranjero”, “Nadsat” o “Habitación
101” y podrán divisar, sin mucho esfuerzo, a David Bowie desfilando
entre las Brigadas Internacionales despidiéndose de España, tan drogado y
feliz como acabado y dispuesto a todo. Una imagen icónica en un disco
todo él tan feo y tan bonito como una pesadilla de psiquiátrico. Un
Picasso hecho a base de optalidones para olvidar que los nazis se comen
Europa. Una noche de juerga que va de 1939 a 1977 y que dura poco más de
treinta minutos de vinilo. Brutalidad y poesía, sonando todo junto y
revuelto a través de unas cuantas patadas en la cabeza. Horrible y
maravilloso. El verdadero lado oscuro no de la fuerza, sino de la mente
humana con todas sus sombras y algunos destellos de luz.
Sí, se apagó Jesús Arias, aunque su fuego no es de esos que se
extinguen. Ni él mismo se debía figurar en 1983 el paralelismo que su
vida iba a tener con la historia de “Coplas a la muerte de su colega”,
una versión musical del clásico de Jorge Manrique que, para la ocasión,
se encargó de parafrasear el hoy célebre poeta Luis García Montero.
Arias era así, profundo y liviano a la vez, con esa frivolidad aparente
de los que saben que vivimos rodeados de abismos. Él, en su medida, fue
un eslabón más de esa cadena que nace sabe Dios donde, pero en la que
pieza a pieza enganchan talentos que van desde Quevedo a Kubrick,
pasando por Joe Strummer o García Lorca. Y no es una metáfora: cuando el
líder de The Clash se escapó a Granada (dejando tirados a sus
compañeros londinenses en vísperas de una gira europea), Strummer se
recorrió Andalucía de la mano de dos grupos de referencia en el rock de
este país. Hablamos, claro está, de 091 y de TNT. Jesús, como siempre,
estaba allí, abriendo puertas y ventanas a aquella leyenda del 77
obsesionada por la Guerra Civil española, por “Poeta en Nueva York”, por
el tintorro y por la CNT. Todo mezclado y sin gran ciencia, como buen
guiri despistado, pero echándole corazón a espuertas. No era raro que
Arias y Joe coincidiesen y que lo suyo fuera amistad a primera vista.
“Graná” es así, y ellos fueron a caer juntos en aquel inolvidable garito
llamado Silbar. Lo demás, como suele decirse, es historia.
Alternando su actividad noblemente canallesca de músico punk con el no
menos bohemio trabajo diario como periodista -les juro que sé bien de lo
que hablo-, Jesús se debatía desde finales de los 80 entre su pasión
desaforada por el arte sin tapujos (cine, música, poesía) y su obsesión
profesional por perfeccionar cada uno de sus artículos de prensa como si
fuera el último: directos y sin dobleces, poniéndose en el lugar del
lector, ya se tratase de una crónica teatral de postín como de un vulgar
suceso. Cierto que se especializó en el área cultural, pasaporte
directo al ninguneo en un país donde lo que lo peta es escribir (mal)
sobre fútbol, pero eso no quita, ni de lejos, que por sus venas corriese
la sangre de los mejores en la profesión. La de esos que no cambian la
calle por un despacho ni el bloc de notas por una mesa de maquetación
con órdenes que repartir. De hecho, pudo haber sido redactor jefe en más
de una cabecera histórica de Granada (facultades no le faltaban), pero
él prefería estar al pie de las cosas, viendo si algún día explotaba
“la única ciudad del mundo con nombre de bomba”,
como solía definir a “Graná” su amigo Enrique Morente. Siempre con su
cigarrillo y sus historias en la cabeza, en la guitarra o en la libreta,
Jesús resucitó a los TNT en varias ocasiones, para finalmente
reconvertirlos en Exxon Valdez (humor negro y amargo, como humo del
petróleo) y acabando abruptamente su trabajo bajo el nombre de Quäsar,
que este mismo año firmaron su debut, ahora convertido en canto de
cisne. La vida es así, y la muerte es... como es. Hay mucho más, pero ya
lo dijo El Rey Lagarto:
“This is the end / my friend / it hurts to set you free...”
Por ahí arriba, en fin, entre esas dimensiones abruptas y lejanas, es
por donde debe andar ya Arias “El Trinitotolueno”. Cuando lleguemos
nosotros, Jesús, ten a mano unas cervezas y ponnos al día de lo que
ocurre por esos sitios y a tus compañías: todos sabemos cuales son, que
las hemos mencionado. Y pon música también, que nosotros siempre lo
haremos por ti.
Descansa, compañero periodista, compañero músico. No lo esperábamos y
aquí abajo estamos bien jodidos con la noticia de tu partida. Nos
quedamos brindando por ti, pero algún día, ahí en esos cielos, fijo que
nos veremos. Pagas tú la ronda, ¿ok?
[Redacción Nuevaola80. Rafa Balbuena]