Procedencia: Barcelona
Profesión: Productor
El productor Rafael Moll ha muerto hoy, 16 de diciembre, en Barcelona a los 72 años a causa de una rápida enfermedad.
Generador de proyectos, creador en la sombra de los grandes y productor
discográfico crucial cuando todavía este rol no estaba plenamente
asumido en nuestra industria musical, Rafael Moll fue un profesional
indispensable para que diversos creadores clave del país brillaran y
dejaran obras perdurables: Sisa, Gato Pérez, la Companyia Elèctrica
Dharma, Serrat, El Último de la Fila, Peret… Todos ellos, y unos cuantos
más, encontraron a un cómplice despierto y de fino criterio en Moll,
fallecido este sábado en Barcelona, de un cáncer de fulminante
desarrollo, a los 72 años.
Su nombre queda asociado, en primer término, a la ‘ona laietana’, la
escena aglutinada en torno a la sala Zeleste, a mediados de los años 70.
Moll había mostrado inquietudes musicales en su primera juventud,
estudiando oboe, integrándose en La Troupe (grupo que grabó un sencillo
en el sello ‘Els 4 Vents’) y colaborando con Els Joglars. Su primera
alianza sólida fue con Sisa, tomando parte en su primer álbum, ‘Orgia’
(1971), ayudándole luego en tiempos en que ninguna discografía le hacía
caso y convenciendo a Edigsa para que publicara un álbum excéntrico,
mágico y finalmente muy comercial como fue ‘Qualsevol nit pot sortir el
sol’ (1975).
En aquel tiempo, Moll ya operaba en Zeleste, nave de la calle Argenteria
a la que se subió como programador en el verano de 1973, pocos meses
después de su apertura. Creó ahí una revista que solo publicó un único
número, si bien él ejercitó luego la escritura musical en una cabecera
histórica, ‘Vibraciones’. Más duradera fue su labor en el sello
Zeleste-Edigsa, de la mano de Víctor Jou y entendiéndose con Claudi
Martí, que se estrenó con ‘Salsa catalana’ (1974), de la Orquestra
Mirasol, al que siguió el segundo disco de la Dharma, ‘L’oucomballa’. A
Moll le gustaba decir que en Zeleste, como programador, no tenía
criterio, porque encajaba a artistas de muy variado registro, huyendo de
tribus y sectarismos: cantautores, orquestas latinas, rock progresivo,
jazz y fusión. Y de una de las muchas y desenfadadas comidas con Sisa y
Gato Pérez salió la idea de crear un grupo para que tocara en Zeleste la
noche de fin de año de 1974: ahí nació la Orquestra Plateria.
En su labor como productor, aunque no siempre se le mencionara en los
créditos con esa misión, llevó las riendas en obras fundamentales:
‘Bèstia’ (1977), el artefacto salvaje de Oriol Tramvia, un disco, decía
la nota, “ecualizado, manipulado y montado” por Rafael Moll. Grabó los
álbumes clásicos de Gato Pérez, como ‘Romesco’ (1976, con el tema
fundacional ‘El ventilador’), y otras estimables piezas de Jordi
Sabatés, Música Urbana, Blay Tritono y Jordi Farràs (La Voss del
Trópico).
En 1978 creó su propia productora, Cabra, desde la que gestionó las
carreras de muchos de esos artistas y comenzó a trabajar con Serrat,
canalizando sus contrataciones en Catalunya. Alianza esta que fue a más y
que le llevó a asumir tareas de producción en el álbum ‘Tal com raja’
(1980) y en su sucesor, un disco renovador del lenguaje ‘serratiano’,
‘En tránsito’ (1981), hasta suspenderse por el ruidoso desencuentro a
raíz del uso publicitario (un anuncio de compresas) del tema ‘Hoy puede
ser un gran día’.
Muy asentado en la industria musical, en los 80 trabajó para diversos
sellos discográficos. En el independiente PDI apostó por una pareja de
músicos de currículum tan interesante como calamitoso, Manolo García y
Quimi Portet, firmando la producción de los dos primeros álbumes de El
Último de la Fila, ‘Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta
por la ventana’ (1985) y ‘Enemigos de lo ajeno’ (1986). También ahí
defendió a un joven cantautor muy heterodoxo, Albert Pla, en el camino a
su primer álbum, ‘Ho sento molt’ (1989).
Y se anotó el disco de regreso de Peret tras sus años de oficio
evangélico, ‘No se puede aguantá’ (1991), en una época en que se le vio
vinculándose a la Olimpiada Cultural. Moll se estableció a partir de
2002 en el mundo editorial, trabajando en el Grupo Planeta hasta su
jubilación, aun sin apartar nunca la mirada a la escena musical y
postulándose, por ejemplo, para gestionar la sala El Molino. Observador
agudo y discreto, activo en las redes sociales, compartía con su amigo
del alma Jaume Sisa el interés por un grupo catalán emergente, La Ludwig
Band, a quien todavía se habría visto con ánimos de trabajar.
[Fuente: elperiodico.com -Enlace original-]
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