Procedencia: Cáceres
Grupos: Dosis Letal, Extremoduro
La última vez que Iniesta fue entrevistado en EL PAÍS, en mayo de 2024, cuando presentaba su imponente último disco, Se nos lleva el aire, la charla finalizó así:
P. Dígame si estos son los cálculos que maneja: después de esta gira de 2024 estará dos años desaparecido y luego 12 meses para componer. En la próxima gira, entonces, tendrá 66 o 67 años.
R. Uf. No sé si será esa edad, pero que en la próxima gira voy a tener muchos años, pues sí. Y, encima, algunos años de joven me cuentan como los años de perro [risas]. Así que en 2027 tendré ciento y pico años.
La trascendencia de Iniesta en la música española es gigantesca. Un caso inédito: alguien que viniendo de rock agreste fue conquistando terrenos hasta convertirse en un clásico respetado por todo el mundo. Sus letras, primero de exaltación marginal en la incipiente etapa con Extremoduro y después de una profunda carga filosófica, se encuentran entre lo mejor del rock español.
“Hoy despedimos al último gran filósofo, al último gran humanista y literato contemporáneo de lengua hispana, y al cantante cuyas melodías han conseguido estremecer a generaciones y generaciones”, expone el escrito de su representante. Desde primera hora de esta mañana cientos de mensajes están despidiendo al músico extremeño.
Hace unos meses Robe todavía seguía de “mala leche” por la suspensión de los conciertos de Madrid por el trombo pulmonar. En su cabeza tenía retomar los recitales para cerrar la que él calificó como “la mejor gira de mi vida”.
“Hoy despedimos al maestro de maestros. Y es que, es unánime, todo el que ha tenido la suerte de trabajar con Robe, después de hacerlo, reconoce ser mucho mejor profesional, y mucho mejor persona. Muy tristes por esta pronta despedida, pero igualmente agradecidos, a más no poder, de haber recibido un tesoro en forma de legado para seguir el camino que nos queda en la vida”, señala el comunicado de Dromedario Records que ha anunciado su fallecimiento.
El éxito de Extremoduro pilló a contrapié a la industria musical. Fue un fenómeno que se fraguó en la calle, a base de conciertos y con el empuje de la gente, que veía a Iniesta como el cantor de la marginalidad. Aquí no existía un soporte promocional. Fue una conquista calle por calle, garito por garito. “Rock transgresivo”, lo definió el propio grupo. Robe consiguió el dinero para grabar su primer disco con una versión callejera del crowdfunding: vendía papeletas a los colegas por 1.000 pesetas a cambio del disco… cuando estuviera hecho. Lo grabó, entregó el álbum a sus creyentes y, a partir de ahí, todo fue en ascenso.
Canciones como 'Jesucristo García', 'La hoguera' o 'Extremaydura', contenidas en el primer disco de Extremoduro (1989), mostraban a un letrista que dibujaba retratos de tipos a los que el sistema les había dado la espalda y las acompañaba de música combativa que ligaba con el rock callejero español de la escuela de Leño. “Estuve cuatro años por ahí dando tumbos. Pero tumbos auténticos. Iba con mi bulldog ‘Angelito’ de ciudad en ciudad. A veces dormía en casas de colegas y otras nos buscábamos la vida”. Así definió el músico sus primeros años.
Pronto empieza la llamada etapa del caos, en los primeros noventa. Conciertos descontrolados, letras de canciones que se olvidan, perros en el escenario, demasiado alcohol y sustancias. El grupo viaja incluso con un camello. Su legado musical se va ampliando, con discos grabados con poco presupuesto, pero las canciones comienzan a tatuarse en la piel de los aficionados: Tu corazón, Deltoya, Ama, ama, ama y ensancha el alma (con letra del poeta de bar Manolo Chinato), Sin Dios ni amo... Robe cultiva su perfil indómito y paralelamente comienza a leer poesía. Su escritura gana en profundidad.
En su camino se cruza Iñaki Uoho Antón, miembro de Platero y Tú. Ambos grupos se reconocen y ven que juntos pueden comandar un movimiento, el resurgir del rock urbano. Protagonizan varias giras juntos donde ya llenan pabellones. Uoho pasa a formar parte de Extremoduro y con su llegada el grupo se profesionaliza, su sonido mejora, sus discos se graban en condiciones. 'Agila' (1996) supone un cambio total en Extremoduro: un disco de canciones soberbias, con las mejores letras de Iniesta y la cuidada producción de Uoho. Uno de sus sencillos, So payaso, vive en los primeros puestos de la lista de Los40, prueba clara de que Extremoduro ya ha conquistado a todo el mundo.
Robe había tenido un par de sustos con las sustancias y a finales de los noventa decide bajar el ritmo. Regresa con su pareja, de la que se había separado y con la que comparte dos hijos, y dosifica las drogas. “Dejé la heroína mucho antes de empezar con Extremoduro… Le eché cojones y la dejé solo. Mucha gente está empeñada en decir que soy yonqui, pero no es verdad. Solo me pongo… lo normal. La droga no es mala. Los malos son los hombres y sus acciones. Es como si pegas un tiro a alguien y le echas la culpa a la bala”, dijo a este periódico.
En esta época, Robe se entrega a la poesía y a la literatura de forma desordenada y compulsiva, Su paleta va desde los autores underground que encuentra en los bares (Sor Kampana, Chinato…) a las referencias clásicas (Machado, Neruda, Miguel Hernández…). Después de 'Agila' Extremoduro publicó cinco discos, todos relevantes, sobre todo La ley innata (2008), donde comienza a convertir su escritura en tratados filosóficos.
El final de Extremoduro llega con el distanciamiento entre Robe e Iñaki. Aquello que comenzaron como una fiesta creativa se ha convertido en una empresa. Grandes giras, presupuestos amplios, mucho que organizar, reuniones con abogados... Esta logística supera a los dos amigos y su relación se rompe. la última gira de Extremoduro se la llevó la pandemia. Robe prefiere centrarse en su carrera en solitario, que había comenzado en 2015 con Lo que aletea en nuestras cabezas, y la gira de Extremoduro queda aparcada definitivamente.
[Fuente; Carlos Marcos para elpais.com -Enlace original- Foto: César Vallejo]

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