Tomás González

Tomás González Solís (1958-2012)
Procedencia: Oviedo
Grupo: Tomás y Los Demás

El carismático vocalista asturiano Tomás González Solís, líder del grupo Tomás y los Demás, falleció ayer lunes 28 de mayo en Oviedo, tras luchar durante más de cuatro años contra el cáncer que padecía. Tenía 54 años.

Abanderado como pocos del auténtico espíritu del rock and roll en Asturias, desde finales de los 70 y comienzos de los 80 Tomás era la presencia indispensable en cualquier concierto que llevase tal etiqueta. El alma de la fiesta, como suele decirse, aunque en esta ocasión la frase cobre sentido como en muy pocas ocasiones pueda hacerlo con tanto aplomo. Tras más de tres décadas como fan apasionado de la música, implicado en mil iniciativas vinculadas a los conciertos y festivales, pinchando discos en cualquier garito lleno de humo y cerveza, y velando primeras armas en pequeños grupos de la Cuenca Minera asturiana, en 1997 se rodeó de un grupo entusiasta de músicos para arropar sus composiciones, directas y clásicas: tres acordes, ritmo a piñón y p'alante. Y es que esa banda, Tomás y los Demás, donde ejerció como guitarrista su propio hijo Txencho (fallecido inesperadamente en 2007), mantuvo una forma de hacer música que en aquella época, los estertores del Xixón Sound, todavía no estaba bien vista entre esa 'intelligentsia' que dicta modas y derrumba clásicos al albur de las revistas de tendencias y demás imposturas. La historia de siempre, vamos.

Tomás y Los Demás dejan tres discos -'No mires atrás' (2000), 'Bazofia para cenar' (2002) e 'Instinto de rock&roll' (2005)-, donde el espíritu de Burning, La Frontera o Desperados se da la mano con los añejos héroes de los 60, 70 y primeros 80, salvando las lógicas distancias de idioma, medios técnicos y repercusión comercial. Algo esto último que a los implicados les era totalmente indiferente, sabiendo muy bien que el verdadero rock que se viste por los pies poco tiene que ver con los figurines de los medios comerciales y demás estrategias de marketing. Su lema era divertirse y divertir, pero sin concesiones a nada ni nadie que echase por tierra lo visceral de ese sonido y actitud.

Tomás nunca fue un vocalista de amplio registro, pero suplía su falta de octavas con una entrega y un convencimiento apabullantes. A falta de gorgoritos, su voz recia como una apisonadora llevaba al público al lugar donde él mejor se sentía: ese sitio donde se unen la celebración de la electricidad, la emoción de las historias de carreteras al atardecer y vasos medio vacíos y, en fin, la fuerza y la ternura de una música eterna, directa y vital que le enganchó de pequeño y que no le soltó en sus intensos 54 años de vida. Una existencia, por supuesto, plena y rotunda, que bajo su apariencia de hombre rudo con chupa de cuero no ocultaba ni su bondad ni su carácter de hombre de una pieza, sin dobleces. Todo corazón. Tan grande como su físico, la personalidad de Tomás ha marcado huella con fuerza en todos los que le conocimos y tratamos.

Como si fuese un alias asturiano de Ziggy Stardust o Vince Taylor, Tomás ya es parte del mito rockero de esta tierra tan escasa de ellos. Se nos ha ido, pero vuela alto y para siempre. Tan figura como Txencho, tan humano como los mejores y tan puro como sólo los buenos de verdad alcanzan a ser. Descansa en paz, Tomás.

[Rafa Balbuena, Nuevaola80 Asturias]