Ernesto ¨Coppini

Ernesto Coppini (1965-1999)
Procedencia: Santander
Grupos: Las Manos de Orlac

Ernesto Coppini, el hermano pequeño de Germán, fue una de esas pocas personas que se tomaban la vida como militancia. Pero no una militancia al uso, sino más bien una militancia estética, haciendo de su vida una línea estrecha, cerrada, como una columna bélica lanza en ristre preparada en la vanguardia para abrir una grieta en el frente enemigo. Era callado, sonriente, bueno. Una noche se durmió y no volvió a despertar.

Siempre con su indumentaria de rude boy, cazadora adornada de parches, boogies, tupé, a cualquier hora del día, Ernesto exhibía su transgresión pacífica pero firme por las calles del centro de Santander. No estaba solo, eran una pequeña tropa de locos iluminados que formarían un grupo llamado Las Manos de Orlac, que quedó en Las Manos, con Nacho Mastretta, Jesús Bombín, Manolo Raba y Ernesto Coppini. Y un quinto miembro en la sombra, un singular musicólogo desconocido llamado Luis Avín. Las Manos llegaron a grabar uno de los discos más originales de los ochenta incorporando de manera absolutamente pionera en España los ritmos del boogaloo, el latin soul, el jazz soul, el raggamuffin´ e incluso ritmos africanos, cuando por aquí nadie se había atrevido a reivindicar a La Lupe, Willie Colon, Héctor Lavoe, Willie Bobo, The Beginning of The End, las grandezas de Lionel Richie o lo tremendamente bueno que era Stevie Wonder.

Aquellos locos iluminados se consideraban a sí mismos “fundamentalistas de la música disco“, y su adoración por los discos de los Jackson Five era completamente sincera. Desde luego su bagaje musical era mucho más amplio, desde los Mar-Keys -el instrumental “Last Night” era uno de sus temas estrella en los directos- a Don Byron, de Shabba Ranks a David Peaston. Como suele ocurrir en lugares alejados de la capital como Santander, tan cerca de Inglaterra y, a la vez tan lejos, la desidia llevaba a la investigación. Y, a su manera, a la vanguardia del pop en España.

Germán Coppini era fan de las Manos, un miembro más en aquel proyecto truncado por la poca visión de la industria ante un fenómeno tan innovador. Al poco, de Reino Unido llegaría Talkin´ Loud y la fiebre del acid jazz, al tiempo que Verve y Blue Note abrían sus catálogos de grabaciones incunables a precios irrisorios. Todavía recuerdo cruzar la Gran Vía y llegar a las puertas del Madrid Rock –celosamente guardadas por los perennes heavy-prog cuyo oficio parecía ser el de estar ahí de palique-, ir al fondo, subir las escaleras a la segunda planta y hacerme con todas aquellas joyas por cuatro perras. Las Manos recitaban: “los tiempos están cambiando”. Pero no fue así la historia, llegaron demasiado pronto, unos pasos por delante.

A Germán Coppini, digo, le fascinaba la propuesta de estos locos iluminados que traían de las cavernas el secreto hermético del jazz mezclado con el beat, el son, la descarga, el tumbao y el soul en ese fenómeno que creció en el Bronx de los años sesenta y que recibió el nombre de boogaloo. A raíz de Pérez Prado hasta llegar a Tito Puente, con La Lupe, Joe Cuba, Eddie Palmieri y el afrofilipino Joe Bataan como grandes embajadores de la lucha por la vida en El Barrio. Un fenómeno como para perderse, por su densidad y acumulación de material grabado de alta calidad. En determinados circuitos de clubes aún hoy se siguen valorando las sesiones de estos oscuros discos de Tico Records, Roulette o Salsoul, entre muchos otros.

[Fuente: Alvaro Alonso para ABC -Extracto-]

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